VIP Art Fair fue publicitada como la «primera feria virtual de arte del mundo» y quizás lo es para el contexto en el que se realizó: ciento treinta y nueve importantes galerías de arte contemporáneo que en su mayoría no visualizaban la web tan siquiera como vidriera y menos aún como espacio interactivo, rico en experiencias y posibilidades de interacción.
Sin embargo, el proyecto fue diseñado cuidadosamente durante tres años por James y Jane Cohan, una pareja de marchands neoyorquinos, lo que seguramente diferencia a esta iniciativa de la simple idea de subir fotos de obras a la web e invitar a cada cual a contactar por mail a las galerías. La idea, por el contrario, era participar de un evento, de una experiencia, en la que se podía navegar por las distintas secciones de la feria (organizadas por galería, artista y categoría), armar una colección virtual de las obras preferidas e incluso (si se contaba con una cuenta premium, previo pago o invitación) chatear en vivo y en privado con los responsables de las galerías, y finalmente comprar las obras expuestas.
La feria duró una semana —del 22 al 30 de enero— en la que al parecer hubo una gran afluencia de internautas que generó problemas técnicos en la web, pero pocas ventas se concretaron, en parte a causa de dichos problemas. En definitiva, muchas visitas y escasa «conversión», es decir, internautas convertidos en compradores. Cabe destacar que cerca de 50 obras superaban el millón de dólares.
Según una nota de Facundo García en el diario argentino Página/12, «Hoy nadie se atreve a vaticinar si esta modalidad —que prácticamente prescinde de lo que Walter Benjamin llamaba “el aura” de las obras, su presencia única— tendrá más éxitos en el futuro. “Nuestras expectativas son modestas”, señaló en la apertura de la feria la propia Jane Cohan. Dicho y hecho: vipartfair.com casi no produjo ventas, en parte por los problemas técnicos y en parte porque hay que ser demasiado inocente para pagar miles de dólares por algo que no se ha visto “en vivo”.»
Cabría aclarar que muchos coleccionistas de arte tradicionales no ven las obras «con sus propios ojos» y que la especulación, siendo moneda corriente en el mundo de las ventas de arte (con el arte contemporáneo como estrella) suele ser motivo de compra, más que la apreciación de la incidencia de la luz en determinado cuadro.
Pero entender una obra, acercarse a un artista y analizar su valor es mucho más que «ver». Si bien las fotos pueden dar una idea un poco más pobre sobre cómo funciona una obra en un espacio físico, hay mucha más información importante que considerar: el proceso de creación, el perfil del artista, sus opiniones, sus otras obras que no están en exposición, etc. Esta información contextual en la web puede compensar, en algunos casos, la falta de experiencia directa con la obra. ¿Por qué entonces la web no es una forma más de ver, compartir y conocer obras de arte, tan válida como otras? ¿Por qué frecuentemente las galerías —que muchas veces tienen piezas relevantes para el público y los artistas, no solamente para el mercado— no utilizan más Internet y los medios interactivos?
Otra cosa que cabría preguntarse es si realmente esta experiencia de feria de arte online es tan novedosa. Como decíamos, puede serlo para el mundo del mercado de arte tradicional. Pero no es menor que muchos artistas, a partir de las redes sociales y los blogs, bien utilizados, pueden lograr un contacto directo y permanente con público, coleccionistas y otros artistas. Este contacto puede producir también ventas y oportunidades de participar en circuitos que, aunque no sean los más globales y prestigiosos, sí que pueden ser relevantes para artistas independientes que incluso generan ventas, autogestionando sus propios espacios en la web.
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