Desde hace tiempo Jorge Drexler está preocupado por el futuro de la música. Más allá de la polémica suscitada por su participación en la entrega de los premios Goya 2011 en el contexto de la sanción de la ley Sinde, Jorge viene pensando en estos temas desde hace algunos años. En especial, le preocupa que se garantice la prosperidad de los artistas para que estos puedan seguir creando. Si bien no está en contra de la copia privada, le preocupa seriamente la “piratería” y el uso económico que los portales de Internet hacen de las obras sin autorización de los artistas.
Las mil patas de un nuevo modelo de negocios
Todas estas son preocupaciones sinceras y bienintencionadas, pero que acaso parten de una confusión de términos. En este post queremos orientar a Jorge para el logro de su meta: “vivir de lo que hago” en base a modelos de economía social de la cultura, que habilitan el acceso y distribución de los bienes culturales sin perjudicar a los artistas y con ganancias para toda la sociedad.
Desde hace tiempo, con la llegada de Internet, creadores de distintas partes del globo vienen descubriendo e instrumentando nuevas formas de difusión de sus obras y de acercamiento al público, obteniendo éxitos impensados en los viejos tiempos del cassette o el CD. Si hay algo que quedó claro, es que la venta de discos no es la única manera (y probablemente tampoco la mejor) de generar ingresos en el mundo de la música.
Aquí enumeramos algunas alternativas que le pueden interesar a Jorge (y a sus fans).
1. Recitales en vivo
Una alternativa que seguramente Jorge conoce bien y ejecuta con maestría (quienes hemos presenciado sus performances en vivo podemos afirmarlo con vehemencia). Es una buena opción, ya que la afluencia de público a eventos en vivo viene aumentando considerablemente, a pesar de que las ventas de discos descienden en todo el mundo. Esto muestra que la música está más viva que nunca y que el público y los artistas se pueden beneficiar en paralelo. Muchos músicos que son poco difundidos por los grandes medios y cuyos discos son difíciles de conseguir en las tiendas de música, son difundidos por redes de pares en Internet y cosechan fans sin necesidad de convencer a los ejecutivos de las grandes discográficas y radios. La comunicación bien autogestionada a través de la web y las redes sociales los ayuda a generar una base de fans y difundir sus eventos en vivo sin invertir grandes presupuestos.
2. Licencias libres y ganancias equitativas
Jorge tiene suficiente sentido común como para no criminalizar a su público por bajar sus canciones gratuitamente de Internet, y hasta confiesa que él mismo descarga para conocer artistas y discos nuevos. Lo que a Drexler le indigna es que los sitios donde se comparten enlaces para descargar música obtengan ingresos por publicidad dejando afuera al artista. En palabras suyas: «lo que sostengo es que es irreal pensar que es justo que el dinero que generan las canciones y las películas se lo lleven portales multimillonarios. Aquí hay una trampa y es que te bajas la música gratis pero en medio de ese camino pasas por un portal que cobra por publicidad».
Cabría preguntarse si también Jorge se indigna con la actual distribución de ingresos bajo los tradicionales contratos discográficos. Al menos si observamos esta infografía, parece de hecho indignante.
Drexler está dispuesto a compartir sus canciones, pero piensa que los portales deberían estar dispuestos a compartir sus ganancias, que, por otro lado, consiguen gracias a él y a cientos de músicos que no pidieron estar “colgados” de esos portales y que no tienen ningún tipo de arreglo comercial con los mismos.
Informamos a Jorge que ya hay alternativas para solucionar este dilema. Ya existen portales de Internet dispuestos a compartir sus ganancias con los músicos y recompensarlos por sus creaciones, al tiempo que permiten a los usuarios escuchar y descargar música gratis.
¿Cómo se logra esto? Seguramente Jorge ya disfruta de los beneficios que genera su música en Spotify, servicio líder en el campo del streaming musical. Sin embargo, no nos ocuparemos de este caso, dado que recientemente el servicio dejó de ser plenamente gratuito para los oyentes y que sólo es legal escuchar sin pagar 10 horas de música mensuales. Si bien existen alternativas muy similares a Spotify que todavía no cobran nada a los usuarios, siempre está el riesgo de que se transformen en servicios de pago. Y nosotros queremos mostrarle a Jorge cómo sus fans pueden escucharlo y descargar música ilimitada y gratuitamente sin que esto le impida vivir de lo que más le gusta.
Una alternativa libre, gratuita y que remunera a los artistas es Jamendo, una plataforma de música en la que los usuarios pueden escuchar y descargar legalmente y gratis todas las canciones que allí se publiquen. Los artistas pueden rentabilizar su participación en Jamendo a través de los programas comerciales con los que cuenta el portal, que van desde la comercialización de servicios profesionales hasta la publicidad. Jorge está legítimamente preocupado por la equidad y afirma que «hay que lograr cierta justicia en la repartición de contenidos por internet» para los que los generan. En este caso, Jamendo afirma que el artista recibe al menos el 50% de las ganancias con sus programas comerciales.
Otra plataforma que permite escuchar la música de manera gratuita, y que además ofrece alternativas de remuneración a los artistas independientes, es Bandcamp, donde los artistas pueden vender ediciones digitales y físicas de sus álbumes.
Y aún si se ama tanto la independencia que no se desea ser parte de una plataforma que manejan otros, existen alternativas. Son varios los músicos que ofrecen sus canciones gratuitamente para su libre descarga desde su propio sitio, con licencias libres y combinan este mecanismo por el cobro en base a servicios especializados. Por ejemplo, en el sitio Incompetech el compositor Kevin MacLeod ofrece cientos de obras gratuitas, que se pueden usar para muchísimos propósitos, a cambio de ser simplemente mencionado en los créditos. De esta forma, su música se difunde. Y quienes necesitan algo único y especial, pueden contratarlo y pagarle por ese proyecto concreto.
Pero este tipo de modelo de negocios requiere que la música pueda difundirse libremente sin el corset impuesto por el copyright. Para que esto sea posible, quizás Jorge y otros músicos deberían considerar licenciar su música bajo licencias más flexibles, que preservan sus más básicos derechos como autores, al mismo tiempo que habilitan la libre distribución de la música. Dejamos a su consideración las licencias Creative Commons o Arte Libre, entre otras de las llamadas licencias abiertas o libres.
3. Ser producido por sus fans a través de donaciones y crowdfunding
Por mucho tiempo ha sido la industria de la cultura, la música y los mass media quienes han decidido qué canciones, qué películas, qué libros y qué espectáculos tenemos disponibles para consumir. Si el modelo de negocio era lo suficientemente rentable, entonces la obra podía ver la luz y llegar al público. Pero de a poco es el público (o los distintos públicos organizados y federados a través de redes sociales) el que está empezando a decidir qué obras desea no sólo consumir, sino en cuáles participar y comprometerse. No a través del rating medido por complejos estudios de mercado. El público en la era de la web 2.0 se expresa generando comunidad alrededor de los contenidos que encuentra interesantes, que considera que lo involucran y que le dan, justamente, sentido de comunidad a sus gustos e intereses. Su actitud no es únicamente la de aprovechar el “todo gratis” sino también la de sentirse protagonista y colaborar, incluso económicamente.
¿Y cuáles son las herramientas que tiene el público para no ser meramente consumidor, sino también participante e inversionista cultural? Con el desarrollo veloz de las redes sociales y los medios de pago online, las donaciones y la financiación en masa o crowdfunding transforman la vieja modalidad de recaudación “a la gorra” en potentes mecanismos para apuntalar proyectos.
Existen plataformas donde el público y los artistas confluyen en torno a pequeños proyectos culturales que necesitan una donación o una inyección de recursos para empezar o continuar. Kickstarter es la más conocida (célebre por ser la plataforma donde se logró el financiamiento inicial de la red social Diáspora, una alternativa descentralizada a Facebook). Para recibir microcontribuciones de los fans hay servicios web como Flattr que permiten a los usuarios apoyar a creadores y distribuir entre ellos el presupuesto que deseen. Pero existen también otros mecanismos más tradicionales pero no por ello atados al modelo hegemónico en decadencia de las discográficas. En el sitio Incubadora Musical Jorge puede descubrir el patrocinio, los inversores privados, las subvenciones y algunas otras alternativas.
Estamos de acuerdo con Jorge en que «otra cosa que deben darse cuenta las personas a las que les gusta la música y especialmente el cine, es que si no hay un mínimo de sustento económico, las películas más sencillas no se pueden hacer. Si la plata no vuelve lo que va a pasar es que regresaremos a formas de arte muy limitadas». Sin embargo, no estamos comprobando esta regresión. Por el contrario, no sólo se está gastando muchísimo dinero en mega producciones cinematográficas (cine 3D, etc.), sino que muchos proyectos independientes, como este documental acerca de los supervivientes de la guerra civil española o éste otro sobre David Lynch se podrán terminar con el soporte económico del público.
4. El disco como un objeto más
Jorge se confiesa como un investigador de música por la web aunque comenta que “después compro los discos, porque me gustan como objetos”. Si bien el disco como soporte está sucumbiendo frente al mp3 y el streaming, hay quienes valoran su dimensión de fetiche, de cosa agradable al tacto y al ojo, no solamente al oído. Mientras el disco decae como producto de consumo masivo, es revalorizado como objeto de colección, incluso en el viejo formato de vinilo. Se transforma así en un producto de merchandising más, al igual que las camisetas, pósters y otros que, opcionalmente y por puro gusto, compran algunos admiradores. Le recomendamos a Drexler que siga desarrollando la creatividad en el arte de tapa y presentación de sus discos.
En conclusión
Todas las herramientas que hemos mencionado hablan de una nueva independencia de la música que requiere del desarrollo de nuevas habilidades, ya que el financiamiento, la producción, la promoción, la distribución, las ventas y contrataciones no están ya en manos de pocos agentes especializados. Pero esto no significa que los artistas estén solos en este desafío. Hoy formar equipos, asociarse y trabajar colaborativamente es más posible que nunca y para esto también hay nuevos modelos.
No decimos que sea fácil cambiar el modelo de negocios y gestión de la música. Internet no lo solucionará todo, pero definitivamente no es una amenaza. El hecho de que el público pueda escuchar, descargar y hacer con archivos digitales que contienen música lo que se le dé la gana, tampoco es una amenaza. Ni lo son los portales, plataformas, blogs, redes y sitios web de todo tipo que están ayudando a los artistas y al público a encontrarse.
Le deseamos el mayor de los éxitos no sólo a Jorge, sino a todos los artistas que están dispuestos a embarcarse en desafíos nuevos. La música y los músicos tienen para rato.
Para leer más sobre estos temas recomendamos:
El documento «Modelos Sostenibles para la Creatividad en la Era Digital» del Free Culture Forum.
El artículo “El botón que copia los tomates” de David Bravo.
El libro “Cultura libre” de Lawrence Lessig.
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