De un tiempo a esta parte, con la expansión de la telefonía móvil y la creciente popularidad de los teléfonos inteligentes (smartphones) y otros dispositivos móviles como las tablets, el acceso a datos informáticos se ve ampliado a un entorno físico no atado a la silla que está frente al ordenador. Podemos pararnos de la silla, salir y encontrar todo un mundo enriquecido de datos con sólo llevar un pequeño aparato en el bolsillo. Comenzamos a percibir a nuestro alrededor que las botellas de coca-cola o las revistas dominicales presentan unos extraños dibujos en blanco y negro a los que se demonima códigos QR y que pueden ser capturados ópticamente con ese pequeño dispositivo que transportamos a cualquier parte. Al ser capturado, el código se transforma en información y en la pantalla vemos aparecer toda suerte de contenidos (sitios web, textos, imágenes, videos, realidad aumentada) vinculado al objeto o lugar en cuestión. Estos pequeños códigos comienzan a verse en los museos también. En este post veremos cómo se los utiliza para que los visitantes tengan una experiencia museística expandida y cómo es posible lograrlo aún cuando no esperamos un público que tiene el último grito en smartphones.
Códigos QR y sus posibilidades
Para comenzar, veamos directamente cómo funcionan los códigos QR cuando son captados por un teléfono dotado del lector correspondiente.
¿Qué cosas se pueden hacer en un museo con esta tecnología? Muchas y variadas: desde guardar información sobre la obra que estamos viendo, hasta ver un video del autor hablando de ella, conocer obras relacionadas dentro y fuera del museo, interactuar con la obra, participar de juegos tipo «caza del tesoro», trivias, etc. Pero siempre debemos pensar en el contenido y cómo este contenido puede ampliar la experiencia del usuario frente a la obra, no cómo meramente usar una tecnología y calmar la ansiedad por estar a la moda. Debemos pensar también si ese contenido y sus posibilidades multimedia e interactivas aportan o interfieren.
Generando buenos contenidos asociados a las obras y objetos del museo estamos dando la chance de usar el teléfono para mucho más que hacer llamadas, sacar fotos, escuchar música o usar redes sociales. Estaremos potenciando las capacidades multimedia de esos dispositivos para expandir el museo puertas afuera y llevarlo a la vida real. El aparatito cobra así un sentido diferente, vinculado al aprender y compartir experiencias culturales.
Aprovechar la tecnología disponible y facilitar su uso
Pero tal vez lo primero que uno piensa ante esta maravillosa demostración de potencialidades tecnológicas es que no todos pueden acceder a ella. ¿Por qué debería una institución como un museo apostar a tecnologías que no son de uso corriente? La respuesta es que los códigos QR se están popularizando rápido, generando masa crítica y desmintiendo la idea de que constituyen tecnologías de élite.
En todo caso, una institución museística no va a solucionar la brecha digital y además tiene la obligación de ser tan universalmente accesible como pueda. Pero también es importante que conozca y experimente las maneras en que se puede comunicar con el público y enriquecer con información la colección de objetos culturales que posee.
Tomemos como ejemplo lo que ha hecho el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay. Según informan en su página de Facebook:
El MNAV ha desarrollado un lector de Códigos QR para ceibalitas, instalado en su sitio web. Los QRs que se encuentran junto a las reproducciones en los exhibidores, direccionan a nuestra web, posibilitando la navegación desde ceibalitas y teléfonos celulares, poniendo a disposición del público materiales didácticos en línea.
Las «ceibalitas» no son el smartphone de última generación, sino laptops de uso educativo que son distribuidas gratuitamente por el gobierno uruguayo a todos los niños en edad escolar en el marco del Plan Ceibal.
Lo cierto es que, si bien buena parte del público no dispone de tecnologías apropiadas para leer códigos QR, los que sí la tienen son cada vez más y definitivamente las están subutilizando. Es probable que la mayoría no sepa cómo instalar y usar una aplicación para leer códigos QR y disfrutar del contenido. Por eso, siempre que un museo quiera incluir esta tecnología en sus exhibiciones tiene que poner a disposición aplicaciones gratuitas, compatibles con distintos dispositivos, para que el público pueda usarlas cómodamente.
Algunos recursos para llevar todo esto a la práctica
Por otra parte, las inversiones y conocimientos técnicos que se necesitan para usar esta tecnología están al alcance de cualquier gestor cultural. No es una tecnología únicamente para expertos informáticos ni para grandes empresarios del entretenimiento. Así que no necesariamente desvían los tan escasos y necesarios fondos que requieren otros medios (folletería, cartelería, catálogos), sino que los complementan y aumentan sus posibilidades. No restan, suman.
A continuación una serie de recursos para comenzar la exploración y la posible aplicación de esta tecnología:
– Para el público: cómo leer códigos QR (tanto para smartphones como para celulares comunes).
– Generadores de códigos QR online para traducir todo tipo de contenido de forma automática y gratuita.
– ARIS, una herramienta para diseñar juegos móviles e historias interactivas. Explican muy bien sus potencialidades en el blog del Centro de Arte y Creación Industrial de la UOC.
– Usos educativos de los códigos QR: en el blog QREdu Blog proponen metodologías para emplearlos de manera sencilla como herramienta educativa. Después de todo, es para lo que los necesitan los museos, ¿no?
– Un interesante artículo (en inglés) sobre oportunidades y problemas en el uso de códigos QR en museos que puede dar algunas orientaciones iniciales.
No todo es tecnología
Pero no debemos centrarnos solamente en la tecnología. No hay nada menos atractivo que decirle al público: «escanee el código y acceda a nuestra fabulosa aplicación para su smartphone». Lo central es el contenido, por lo tanto, deberíamos proponer cosas como: «escanee el código y acceda a un breve documental sobre el artista».
Es importante evitar que los contenidos queden supeditados a la tecnología. En muchas ocasiones la tecnología se convierte en un «deber ser» y pasa al primer plano. Pero no es culpa de la tecnología, sino muchas veces de los propios gestores de contenidos de los museos. Los recursos hipermedia deben servir para profundizar en el contenido, para ampliar sus posibilidades. Estamos hablando de tecnologías «invisibles» y no de exhibición de tecnología como parte de un espectáculo multimedia.
Los museos tienen que seguir haciendo -de forma renovada- lo que saben hacer: ofrecer contextos y relatos para comprender la historia, las ciencias, las obras de arte y las manifestaciones de las culturas humanas. El uso de códigos QR y otras tecnologías que están ingresando rápidamente a los museos ayudan a reinventar esa misión, que sigue siendo central. No deben interferir ni sustituir la experiencia museística ni reducir el significado de los objetos culturales, sino ampliar la experiencia del público en su interacción con ellos.
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