Crowdfunding y las oportunidades del micromecenazgo
El crowdfunding o «financiamiento en masa» básicamente funciona así:
– El creador publica una página web con toda la información del proyecto, su meta y los objetivos del financiamiento.
– Se arma una escala de aportes del público a los que corresponden distintas recompensas: desde un mínimo aporte (por ejemplo, de un dólar) al que corresponde un «muchas gracias», pasando por aportes medianos que le reportan al donante ser nombrado en los créditos y recibir regalos, hasta un nivel de mecenazgo más importante que puede recompensarse con cosas más exclusivas, como una cena con los creadores, alguna edición de lujo u obra original, etc.
– Si se reúne el total del dinero solicitado, recién en ese momento se le descuenta a cada donante el importe de su tarjeta de crédito, y el creador recibe el dinero y cumple con las recompensas.
– Si no se reúne el total del dinero, el proyecto se pospone o se cancela, y los fondos no son asignados al proyecto.
Para gestionar este sistema de financiamiento surgieron plataformas online como Kickstarter en Estados Unidos, en España Verkami, Lánzanos y otras, y en Latinoamérica Ideame. Vale la pena también conocer el proyecto Goteo, del colectivo Platoniq, que está desarrollando una plataforma distribuida, con una filosofía de apoyo a proyectos «de código abierto». También, por supuesto, se puede organizar la financiación colectiva de forma independiente. Pero tanto si se hace independientemente como en una de estas plataformas, recae en los solicitantes la promoción del proyecto, que de otra forma no tendría muchas chances de ser financiado.
El crowdfunding es especialmente interesante para proyectos no «masivos”, precisamente por dirigirse a comunidades más pequeñas, apelando a intereses muy concretos de los que quizá exista menos oferta cultural. Tal vez se necesiten algunas docenas de personas para financiar un proyecto, y en realidad no es tanto. Hay que llegar a unos cuantos cientos o miles con el mensaje, pero tampoco es tanto si se aprovechan los medios sociales en Internet, como explica Franck de las Mercedes en este video.
El acceso abierto y el crowdfunding se llevan muy bien y son dos herramientas excelentes para proyectos de divulgación pública. Algunos de estos proyectos tienen licencias abiertas y permiten que mucha gente los disfrute libre y gratuitamente con el aporte económico de unos pocos. Algo que tal vez hasta hace poco nos podría parecer inviable (y para algunos hasta “injusto”) hoy es un nuevo código basado en la idea de compartir.
Otro modelo alternativo interesante, no exactamente de crowdfunding pero con un estilo parecido, es el que utiliza la revista Orsai, que hace una «pre-venta» por Internet de la revista impresa. Si bien también se puede descargar gratis, el formato físico es muy solicitado y han hecho grandes tiradas, las cuales han distribuido por varios países, enviándolas directamente a los lectores o a pequeñas librerías que solicitan varios ejemplares y a su vez agrupan los encargos.
El desafío para los profesionales de la cultura
Durante el curso Gestión Cultural 2.0 nos hemos preguntado si no se estará desprofesionalizando la cultura y si aquí no hay un riesgo de pérdida de roles importantes y de calidad en los contenidos.
Desde mi punto de vista, lo que se está dando no es una pérdida de lo profesional sino una mayor visibilidad de lo no-profesional, de lo que Gregory Sholette llama «materia oscura», que siempre existió en el arte y que hoy es más visible que nunca. Esta materia oscura está compuesta de miles de pequeños y marginales agentes de la cultura que llevan y traen, que aprenden y comparten, aún sin pretender ser profesionales. Pero que en el mundo 2.0 cumplen un rol fundamental, pues gran parte de ellos componen nuestro público «prosumer». Estamos viviendo la difuminación de las barreras entre lo amateur y lo profesional y esto no es una amenaza, sino más bien una oportunidad.
Lo que se quiebra es la cadena de producción lineal (creador-editor-distribuidor-público), que ahora cobra forma de red donde los roles pueden intercambiarse en cualquier momento. La pregunta es, ¿cómo nos adaptamos a ese mundo? Es más, ¿cómo lideramos el cambio?
No sirve de nada simplemente generar «escaparates» o «vidrieras» para la cultura en las redes sociales. Hay que tender las redes de cada proyecto en todas partes. Y sin duda que en la búsqueda de esos nuevos modelos de negocio y de sostenibilidad de la cultura el gestor cultural es fundamental. Muchos proyectos que utilizan nuevas tecnologías comienzan siendo pensados por y desde el enfoque tecnológico. Pueden existir soluciones tecnológicas muy interesantes para la distribución online de productos culturales (edición a demanda de libros, tiendas virtuales, plataformas de crowdfunding, etc.). Pero si los creadores y gestores culturales no se apropian de ellas, no se generarán reales transformaciones en el modelo de negocios ni en la circulación social de la cultura. No le podemos pedir a una empresa tecnológica que gestione eso (ni a Google, ni a Apple, ni a Amazon), sino que el cambio se tiene que liderar desde la cultura con los aportes de las tecnologías, y no desde la tecnología exclusivamente.
Agredecer y reconocer
Este artículo fue escrito a partir de las conversaciones desarrolladas con los alumnos de la primera edición del curso «Gestión Cultural 2.0» quienes plantearon preguntas, opiniones y ejemplos que fueron centrales para abordar el tema. A ellos el agradecimiento por formar parte de la reflexión grupal que permitió organizar las ideas de este post. Sin embargo, lo dicho en el artículo es de entera responsabilidad de la autora y refleja opiniones personales.
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