Acaba de finalizar el Free Culture Forum 2012 que se realizó en Barcelona. Como les hemos contado, seguimos atentamente este evento por streaming y hemos compartido los videos de las jornadas (la del 26 y la del 27 de octubre). Ahora nos gustaría hacer algunas reflexiones a partir del primer bloque de ponencias del FCForum sobre modelos sostenibles para el sector creativo. Nos quedamos pensando en lo siguiente: ¿cuánto aportaría a la sostenibilidad de la cultura la libertad para compartir? ¿Cuántas cosas se podrían hacer, con costes muy bajos si nos basamos, como mínimo, en lo que propone Richard Stallman en cuestiones de derecho de autor?
«Compartir es bueno y debe ser legal» es una de las frases de cabecera de Richard Stallman, que volvió a expresarse así una vez más en su ponencia del FCForum 2012. La propuesta de Stallman, en sus palabras, se puede resumir así:
Opino que las obras de uso práctico para hacer trabajos en la vida deben ser libres. Estas obras incluyen los programas de software, las recetas de cocina, las obras educativas, las obras de referencia, las tipografías para el texto, y otras. En cuanto a las obras de arte, no opino que deba ser obligatorio que sean libres. No estoy en contra de hacerlas libres, pero no insisto que sean libres. Lo que sí insisto acerca de las obras de arte publicadas es que sean compartibles: legalizar la práctica de compartir copias.
También, el derecho de autor no debe durar tanto tiempo; propongo 10 años después del día de publicación de la obra. El remix, es decir combinar copias de trozos de varias obras para crear una obra totalmente diferente, también debe ser legal. El propósito legitimador del derecho de autor es fomentar la creación de obras nuevas. Aplicarlo de manera que impida el remix, es usarlo en contra de su propósito (esta no es una transcripción de su discurso en el FCForum, pero es más o menos lo que dijo; la cita la tomamos de aquí).
Partamos de la base de que Stallman rechaza el término «propiedad intelectual» por considerarlo engañoso al meter en la misma bolsa cosas muy diferentes entre sí como las patentes, el derecho de autor y las marcas. Sin embargo, no rechaza el concepto de «derechos de autor». Por el contrario, sostiene que la voluntad del autor con respecto a lo que se haga con su obra debe prevalecer como herramienta para promover la publicación de las obras. Pero debe haber una reforma al derecho de autor que por un lado minimice el tiempo necesario para que una obra pase al dominio público (Stallman propone 10 años) y que además legalice la copia exacta de las obras sin ánimo de lucro. Es decir, que se legalice el compartir, desde sacar fotocopias hasta enviar archivos por Internet. También debe ser legal, según Stallman, el remix, cuando la combinación de diversos fragmentos de distintas obras genera algo totalmente nuevo.
Pasemos en limpio:
– ¿Qué debería ser legal?: la copia exacta sin ánimo de lucro para compartirla por cualquier medio y la remezcla de obras para generar obras nuevas.
– ¿Qué debería conservarse en el ámbito del derecho de autor?: los usos comerciales y la modificación de las obras, pero solamente por un lapso limitado de tiempo (por ejemplo, 10 años), mucho más breve que el lapso actual.
Como vemos, la postura de RS para el campo de la cultura difiere de su posición con respecto al software y en general respecto de «las obras de uso práctico», que considera deben estar bajo licencias copyleft (recordemos que no todas las licencias que autorizan compartir y copiar son licencias libres). Hay posturas más radicales en el movmiento de cultura libre que podrían plantearse y discutirse, pero la propuesta de Stallman es un mínimo, una base totalmente razonable que nos permitiría encarar la producción y distribución de cultura de una forma mucho más adecuada al mundo contemporáneo. De esta manera, actualizamos y hacemos más justa y equilibrada la legislación sobre derechos de autor.
Hagamos entonces el siguiente ejercicio. Por una vez, dejemos de reaccionar ante estas ideas con la típica pregunta «¿pero de qué va a vivir el artista?» que suele considerarse equivalente a «¿cómo se va a sustentar la producción cultural?». Proponemos otra pregunta, una pregunta que promueva la construcción de una agenda positiva: ¿cuánto puede aportar a la cultura la idea y la práctica de compartir?
Y se nos ocurren algunos ejemplos:
– Enseñar sobre arte y cultura sería mucho más barato, sencillo y enriquecedor porque sería posible compartir entre alumnos y profesores las obras culturales que necesitan analizar e incluso copiar, para aprender. En algunos países existen excepciones al derecho de autor para poder disponer de las obras con fines educativos, pero en muchos otros estas excepciones no se contemplan.
– Se multiplicarían las bibliotecas y archivos musicales y fílmicos, que serían más extensos y fáciles de gestionar. En vez de dedicarse a únicamente guardar y preservar, estas entidades podrían recopilar, copiar, distribuir y acercar todo tipo de obras. Podrían concentrarse más en etiquetar y catalogar, pero fundamentalmente en promover el uso de libros, películas, piezas musicales y todo tipo de archivos, digitales o no, que contengan cultura. No se verían limitadas a guardar unas escasas copias de pocas obras, sino que nos ayudarían a encontrar cosas que vale la pena ver, leer y escuchar en el abundante mar de la cultura disponible. Nuevamente, en muchos países hay excepciones para que las bibliotecas incluso puedan hacer lecturas y proyecciones públicas, pero esta posibilidad no se da en todos lados, y a menudo los bibliotecarios tienen que dedicar tiempo y recursos a las protecciones artificiales a los derechos de autor que en ocasiones se les exigen.
– Florecerían comunidades de amigos y fanáticos de la cultura, más que dispuestos a protegerla y cuidarla. Cineclubes online, comunidades de intercambio de música y libros, de distintos géneros, idiomas y localizaciones. Muy lejos de constituir una amenaza, este tipo de grupos de usuarios de cultura que normalmente se reúnen y organizan por Internet, estarían apoyando la sostenibilidad de la cultura con su trabajo voluntario de recopilación, organización y facilitación de la búsqueda de obras culturales. En lugar de perseguir y reprimir a estos grupos que comparten sin ánimo de lucro, ¿no debería acaso apoyárseles en sus esfuerzos, o al menos legitimar su actividades (también) en las leyes?
– Llegarían más herramientas tecnológicas para encontrar y compartir más fácilmente las obras. Sitios como Taringa!, Cuevana o Megaupload serían legalmente validados como las herramientas socialmente útiles que son. Y aparecerían nuevas y mejores herramientas, tecnologías más inteligentes, potentes y fáciles de usar. Si alguien cree que la eficacia de la tecnología para hallar, clasificar y compartir obras en Internet no es algo absolutamente útil y necesario, que imagine un sólo día sin Google, YouTube, Twitter, Facebook y todas las herramientas que consideramos más «legales» que Taringa!, por ejemplo.
– En lugar de desestimular la creatividad, el reconocimiento y legitimación de la remezcla facilitaría que cada vez más gente se anime a crear nuevas obras con distintos fragmentos de obras existentes beneficiando a disciplinas y comunidades artísticas enteras, desde el hip hop al collage. Todos los artistas que se desarrollan en estos ámbitos podrían hacerlo sin límites, dedicándose a crear en lugar de a seguir respondiendo ante las dudas sobre la legalidad de su trabajo.
¿Y no sería acaso maravillosamente estimulante para los artistas contar con estas nuevas posibilidades? Tendríamos la ayuda de los docentes, bibliotecarios, cineclubistas, los fanáticos de la música, los amantes del arte y toda la comunidad artística para preservar, distribuir y dar a conocer nuestras obras.
Sin embargo, cuando las leyes de derecho de autor se vuelven extremadamente duras, todos estos actores, que también deberían contar, son sistemáticamente relegados y perjudicados. Porque sabemos que las leyes de derecho de autor actuales basadas en el Convenio de Berna están drásticamente desequilibradas en favor de los editores. Es por eso que nos sumamos al FCForum en la exigencia de que la sostenibilidad de la cultura no sea utilizada como una excusa para fortalecer esta legislación desequilibrada e inviable en los hechos. Como artistas, no nos podemos prestar al lobby de las industrias culturales y debemos comprender que cultura es mucho más que resolver cómo se explotan las obras creativas. Es fundamental para la sociedad entender que la sostenibilidad cultural incluye también, y sobre todo, los derechos de la ciudadanía a compartir y contribuir al fomento de la cultura.
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