Los amigos de Colectivo Wokitoki nos entrevistaron en el marco de una serie de entrevistas que vienen realizando acerca del arte latinoamericano inmediato. Transcribimos a continuación la charla. La nota original, con todas las imágenes, pueden encontrarla en el sitio web de Wokitoki.
¿Cómo definiría hoy a América Latina?
América Latina es un lugar donde se están dando profundos cambios políticos. Nuestras sociedades se están democratizando gracias a la acción de millones de personas que compartimos (aunque a muchos no nos guste admitirlo) una realidad marcada por procesos históricos similares. Desde la primera década de este siglo, se ha vuelto a reconocer este pasado común, y también el hecho de que sólo a través del acercamiento de nuestros pueblos podemos consolidar los avances sociales que se dan, a distinto ritmo, en nuestros países.
Y cuando se dan estos avances, cuando las comunidades van empezando a alcanzar el poder y a ejercerlo, es cuando aparece la voz propia. Hoy Latinoamérica es un lugar donde la cultura y el arte están vivos. Por supuesto, falta mucho para estar en igualdad de condiciones con el mundo central. Pero nosotros, en nuestro trabajo en Ártica, vemos cómo desde distintos lugares surgen montones de iniciativas.
Hoy gente de distintos países se acerca a Latinoamérica a ver qué decimos los latinoamericanos, qué ideas nuevas traemos. Es curioso, pero mientras el resto del mundo está lleno de pesimismo y desencanto, América Latina es hoy un lugar con una fuerza vital enorme.
¿Cómo pensar nuestras prácticas artísticas en un contexto globalizado que intenta aplanar las identidades?
Lo global no es algo que debamos combatir de por sí. Lo que sí debemos combatir es cierto tipo de globalización: la globalización del capital concentrado. Esa globalización es la que aplasta las identidades. La que hace que, en nuestro país, Uruguay, por ejemplo, el evento anual de solidaridad más popular sea todavía el Mac Día Feliz.
Pero hoy en día también es posible pensar en otro tipo de globalización. Una globalización de los pequeños, como dice David de Ugarte. Una globalización donde, gracias a las luchas contra el capital concentrado, gracias a la creatividad de las comunidades y a la apropiación social de las nuevas tecnologías, gente de distintas partes del mundo se nutre mutuamente, en un marco de colaboración y de democracia económica.
Nosotros buscamos una globalización así, y creemos que con ella, las identidades podrán ejercerse plenamente y nutrirse del intercambio con otras identidades.
¿Cuáles son las obras, artistas o colectivos de artistas que más se destacaron en la primera década del siglo XXI a) en Uruguay b) en la región latinoamericana?
No podemos decir los que más se destacaron porque hay muchos y no somos los más indicados para describir las tendencias. De la región, admiramos a Jorge Macchi, por su arte conceptual tan desconcertante como certero. De Uruguay nos gustan, por ejemplo, Juan Burgos, Alfalfa, Sergio Porro, Cathy Burghi, Felipe Secco, Cecilia Vignolo.
Pero más allá de lo que podemos ver en galerías o museos, seguimos a muchos artistas que conocemos únicamente por Internet. Por ejemplo: Felipunch http://www.flickr.com/photos/felilef/, Randy Mora http://www.flickr.com/photos/randymora/ o Mauricio Planel http://elcollage.blogspot.com/
¿Cómo se da en nuestra expresión el conflicto concepto vs. imagen?
No parece haber un conflicto o una dicotomía, sino una dialéctica entre ambos. Se transforman mutuamente. No hay imágenes neutras que puedan ser usadas según lo que se desee decir conceptualmente. Las imágenes vienen ya cargadas de diversos significados, muchas veces ambivalentes. Los artistas no buscan reducir los significados para referirse a tal o cual concepto, sino abrir esos singificados, hacerlos florecer y discutir entre sí. Un artista conceptual que, justamente, trabaja desde lo visual, es Jorge Macchi, a quien mencionamos antes.
¿Son bien aprovechados los recursos de nuevas tecnologías en la expresión?
Las nuevas tecnologías son herramientas que pueden ser aprovechadas de distinta manera. Es tan válido un enfoque low-tech como un trabajo que experimenta con lo más avanzado. Lo importante es que no sean simples juegos informáticos o de diseño, sino que se sustenten en una búsqueda conceptual y expresiva. Pero sin dudas que conocer la tecnología ayuda a que se den nuevos descubrimientos e innovaciones en el arte. Muchos artistas rechazan la tecnología, pero hacen mal en dejar la punta de lanza de la innovación únicamente a los ingenieros y tecnólogos. Los artistas se tienen que apropiar de las tecnologías para reutilizarlas a su manera, subvertirlas, hackearlas, buscarles nuevos sentidos.
¿Nuestro desafío creativo está en la politicidad del arte o en la artisticidad de la política?
Cada uno debe trabajar en el lugar donde se siente más cómodo. En este nuevo contexto histórico, la gente nueva que llega a la política debe buscar mecanismos nuevos, pero sobre todo, la audacia para producir cambios reales, impensados. Es necesario hacer cosas imposibles. Es decir, es necesario hacer cosas que pongan en cuestión la misma lógica del discurso dominante economicista. No sólo soñar lo absurdo, sino hacer lo absurdo.
En cuanto a la politicidad del arte, es un viejo tema sobre el cual ya ha habido mucho debate, ¿no? No está claro si el arte debe ser necesariamente político, al menos en un sentido convencional, donde lo político es un “mensaje” fácilmente decodificable en favor de los oprimidos y todas esas cosas. A veces, un arte así puede terminar hablando más de la bondad del artista que de transformar la sociedad.
De todas formas, hay algo un poco más sutil en esta cuestión. Últimamente hemos estado viendo muchas obras contemporáneas con cierto desencanto. En muchas obras, hay un abierto planteo cuasi publicitario. Son obras que no inquietan en lo más mínimo. Pueden despertar una sonrisa o cierto extrañamiento o, quizás, admiración, pero hay en cierto arte un temor muy grande de hacer algo que pueda molestar. Cada vez que nosotros encontramos algo que nos molesta, paradójicamente, respiramos aliviados. Nos damos cuenta de que, todavía, la publicidad no le ganó al arte. Y esa es una cuestión política, ¿no?
¿Cómo se plantean las relaciones con las instituciones culturales?
Nosotros trabajamos mucho tratando de empoderar a los artistas para que puedan llevar adelante sus proyectos sin tener que apelar necesariamente a las instituciones tradicionales de la cultura. Buena parte de nuestro trabajo se centra en capacitar para la gestión independiente.
Por supuesto, los artistas no tienen por qué descartar los proyectos con instituciones tradicionales (museos, galerías, fondos públicos, etc). Pero, en caso de colaborar, debe ser porque beneficia a ambas partes.
Además, estas instituciones son muy reticentes al cambio. En lo que nosotros insistimos es en que los artistas ya no dependen de estas instituciones. La autogestión es hoy más posible que nunca. Y dado que estas instituciones ya no son necesarias, no son las que deben imponer las condiciones ni las agendas.
Las relaciones culturales de nuestra región con otros países (España, Estados Unidos de Norteamérica, Alemania) ¿se están dando dentro de la colaboración entre los pueblos, o son penetración cultural, continuidad del colonialismo?
Por supuesto, ambas cosas suceden simultáneamente. El asunto fundamental es qué predomina. A nosotros nos gusta ver estos asuntos desde la acción. Es decir, pensar cómo nos paramos desde nuestra región para rechazar la mera copia de la cultura de los países centrales y, en cambio, afirmar nuestra propia cultura (que incluye la cultura de nuestros pueblos originarios, pero también se compone de múltiples cruzas y mestizajes). Desde Latinoamérica, debemos animarnos a afirmar nuevas relaciones culturales más justas.
¿Cómo surge Ártica, cuáles son sus objetivos y cuáles son su trabajos más destacados?
Ártica comienza su actividad en el año 2010 como una empresa abierta. Los impulsores del proyecto somos dos, Jorge Gemetto y Mariana Fossatti. Trabajamos asociados con docentes y artistas de distintos países. Nuestros temas principales son la formación, consultoría, proyectos e investigaciones en cultura digital, arte en los nuevos medios y empoderamiento digital de los artistas. Una de nuestras actividades principales es la formación a distancia sobre estos temas. También hacemos talleres online de distintas disciplinas artísticas.
Creamos Ártica como un espacio para trabajar en lo que nos gusta, aprovechando al máximo Internet. Queremos divulgar la cultura libre y desconcentrar la formación y el intercambio en arte, que hoy se da casi exclusivamente en las grandes capitales.
Uno de los trabajos que más satisfacción nos ha traído desde que comenzamos Ártica es el curso abierto “Arte joven y cultura digital”, que hicimos en octubre de este año. Participaron más de 400 creadores de Iberoamérica. La repercusión del curso nos sorprendió enormemente y nos da la pauta de que hay una cultura viva deseando expresarse.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Antes de fin de año vamos a publicar el e-book gratuito “Arte joven y cultura digital”, que reúne los textos del curso, revisados y ampliados. Creemos que va a ser un buen libro de divulgación para creadores independientes.
Además, en 2012 vamos a presentar nuevas propuestas de formación a distancia. Va a haber nuevos cursos sobre gestión cultural en Internet y sobre arte en los nuevos medios. Y está casi confirmado que tendremos una clínica de artes visuales y un taller de poesía, todo online.
Durante el año que viene, también, haremos un nuevo curso abierto y masivo, para seguir divulgando entre los creadores jóvenes la importancia de la cultura libre y de la construcción colectiva del pro-común.
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