¿Hasta dónde es necesario llegar para «proteger» a la cultura? ¿Cuánto daño puede hacerle la llamada «piratería» y cuánto daño pueden infringirle, por otro lado, leyes que establecen mecanismos de censura arbitrarios sobre los contenidos de Internet? En estos días se discuten y se votan en Estados Unidos la Stop Online Piracy Act (SOPA) y la Protect IP Act (PIPA), dos proyectos de ley que optan por proteger a unos pocos para dañar a la gran mayoría.
Estas dos leyes, de aprobarse, no afectarán solamente a los Estados Unidos, sino a todos los sitios web y servicios online que utilizan infraestructuras de red alojadas en ese país. Si usas a diario la Wikipedia, Facebook, Google, Twitter o si tienes un sitio .com .org o .net, estas leyes podrían afectarte, porque permite bloquear contenidos de Internet que tan sólo sean sospechosos de violar derechos de propiedad intelectual. También afecta a quienes suelen recibir pagos online a través de Paypal y las más conocidas tarjetas de crédito. Para entender mejor sus implicancias y su funcionamiento, recomendamos ver la clarísima infografía realizada por Derecho a Leer (un magnífico remix de Quino).
En todo el mundo se está dando una gran discusión en torno a los derechos de propiedad intelectual en el ámbito del conocimiento y la cultura. Ante el lobby constante de la industria del entretenimiento, algunos gobiernos legislaron fuertemente en favor de dicha industria con leyes muy radicales, como la ley Sinde en España o la ley Hadopi en Francia. Pero hay otros ejemplos, como el de Suiza, cuyo gobierno decidió investigar más detalladamente los supuestos daños de la piratería a la industria, antes de dirigir gruesos misiles legales contra Internet. Los resultados de la investigación mostraron que tal daño era muy marginal y que no valía la pena ponerse en contra de toda la sociedad en favor de los intereses de unos pocos.
Cuando desde el sector cultural se buscan alternativas para que los creadores puedan generar ingresos por su actividad, no podemos estar nunca dispuestos a sacrificar con ello algunos de los derechos más fundamentales: el acceso a Internet, la libertad de expresión y la privacidad. Esto es lo que pretenden hacer las leyes represivas como SOPA y PIPA.
¿No sería mejor buscar caminos para que lo que hoy llamamos piratería se transforme en un motor de desarrollo de la cultura? Enlazar, compartir y descargar son acciones ampliamente aceptadas por la sociedad como normales. En cambio, los modelos de negocio basados en monopolios artificiales sobre el conocimiento y la cultura son cada vez más débiles, por sí mismos, en un mundo donde hemos logrado crear una inmensa y distribuida máquina de copiar como lo es Internet. No podemos arriesgarnos a destruirla o inutilizarla.
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