Hoy quiero compartir algunas reflexiones que ya venía elaborando desde que emergió el curioso caso de la restauración del «Ecce Homo» y que ahora retomo después de ver el documental ¿Quién mierda es Jackson Pollock? compartido en el videoblog Lalulula.tv. Desde agosto pasado, cuando se conoció la fallida restauración y a raíz de su enorme repercusión en los medios y las redes, me quedé pensando en el concepto de «arte otro» y cómo podía relacionarse con un «arte meme». Por otra parte, al ver el otro día el documental sobre la historia de la señora que compra un Pollock por U$S 5 y emprende una difícil odisea para ver reconocida su autenticidad, pienso que también hay un «arte otro» que no sólo tiene que ver con creaciones, sino también con los gustos, los intereses y las ideas sobre arte fuera del mundo del arte.
Yo revaloraría la restauración creativa del Ecce Homo dentro del ámbito del «arte otro», del mundo del arte popular, quasi anónimo, que no carece de interés artístico, y que por el contrario, en algunas oportunidades llega a ser reconocido por su rareza y originalidad, por los otros mundos posibles que abre. Hay miles de ejemplos de este arte inclasificable, por fuera de toda tradición o tendencia, practicado por artistas sin formación, y que sin embargo puede llegar a tener un importante valor. Recomiendo al respecto un blog que realiza una rigurosa recopilación de obras de «arte otro» de Uruguay.
¿Será Cecilia Giménez, la restauradora del Cristo de Borja , una «otra artista»? Lo interesante de este tipo de artistas es que el sistema de legitimación del arte los reconoce -cuando lo hace- mucho más tardíamente de lo que los reconoce el boca en boca de la cultura popular, en este caso, enormemente amplificado por Internet. Incluso diré que esta obra de la señora Cecilia debería pasar a los anales de los memes artísticos. Es un fenómeno interesantísimo el que se dio en las redes sobre la restauración del Ecce Homo, que analiza detalladamente Pilar DM en El dado del Arte. Porque en realidad este «Ecce Mono» es una obra hecha por la red. Ahora hay dos obras: el remix que hizo la señora, y el gigantesco meme que creó Internet con todos sus sucesivos remixes. Es increíble cómo una señora de casi 80 generó un viral sin proponérselo. ¡Cuántos artistas que se proponen obras abiertas y participativas para la red deben envidiar a esta señora!
Y no solamente hay artistas otros. ¿Qué sucede cuando el sistema del arte es tensionado por otros gustos, ideas y sistemas de conocimiento y legitimación? Esto me lleva a «¿Quién mierda es Jackson Pollock?», documental sobre el hallazgo de un cuadro de Pollock por parte de Teri Horton, camionera jubilada que adquiere sin saberlo la obra de una de las firmas más costosas del mercado por un precio módico y en un lugar impensable: un mercado de artículos usados totalmente por fuera de cualquier circuito artístico. Es curioso el hecho de que Teri se considera a sí misma una experta en el mundillo de los mercados de segunda mano y de los hallazgos de cosas valiosas en la basura. Expertise que fue bellamente homenajeada por Agnès Varda en el díptico documental «Los espigadores y la espigadora» (que se puede ver online).
En el caso de Teri, así como en el de Cecilia Giménez, se trata de una relación conflictiva de una outsider con respecto al mundo del arte, un mundo del arte que tiene unas reglas y estándares aparentemente rigurosos pero a veces muy bizarros. Los expertos que opinan en el documental sobre Pollock hacen referencia a si ese cuadro que se ve como un Pollock también «se siente como un Pollock» o «canta como un Pollock» (y eso que existen aplicaciones para pintar como Pollock). Esa mínima y sutil diferencia que solamente cinco o seis personalidades en el mundo pueden percibir, no solo es importante espiritualmente sino desde un punto de vista comercial. Es una diferencia que vale millones de dólares y es lo que distingue el arte como arte y el arte como mercancía.
Finalmente, lo que siempre me aburre un poco es que se abra una y otra vez el tópico de debate «¿es esto arte?» frente a determinadas obras. Será que las modalidades y funciones del arte se han expandido tanto desde fines del siglo XIX hasta hoy, que esto nos induce a rediscutir el concepto cada vez. Cuando de lo que se trata es de discutir el valor de obras concretas, para luego discutir si esa obra en particular añade algo valioso al arte contemporáneo o no. Son dos discusiones distintas y ninguna de las dos tendría que poner en crisis al mundo del arte.
A propósito, si alguno de estos temas interesa o al menos intriga a los lectores de este post, les sugiero dar un vistazo al curso «Nuevas tendencias en el arte contemporáneo» que esperamos aporte a algunos de los debates aquí planteados.
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