El dominio público es el acervo de obras intelectuales que ya no tienen restricciones por derechos exclusivos. Son obras que, sin dejar de ser reconocidos sus autores, pueden ser usadas de las más diversas formas por cualquier persona. Recordemos que los derechos de autor tienen una duración limitada en el tiempo porque no constituyen un derecho de propiedad, sino que son un monopolio, sobre todo de carácter comercial, garantizado por el Estado. Pero solamente por un tiempo, tras el cual la obra tiene que liberarse para formar parte del patrimonio común.
Ese período de restricción se ha ido alargando mucho, conforme se fueron extendiendo los plazos del derecho de autor. Como consecuencia, las obras tardan más en llegar al dominio público. Tanto, que muy pocas siguen siendo conocidas y valoradas para un público amplio. De hecho, si la obra no mantiene a lo largo del tiempo suficiente atención, virtualmente se pierde. ¿Por qué? Porque al mismo tiempo que nadie explota ni usa esas obras por falta de interés comercial, las restricciones del copyright dificultan las tareas de preservación y rescate cultural. Miles y miles de trabajos creativos se mantienen en un limbo formado por obras huérfanas con derechos desconocidos y obras en dominio público inaccesibles porque nadie las preserva y disponibiliza. Otros miles y miles están bajo amenaza de privatización, cada vez que se pretende alargar el plazo de restricción y uso exclusivo.
Pero pueden pasar cosas más raras todavía. Obras que forman parte del dominio público y que están en manos de instituciones públicas, archivos, museos y bibliotecas, son vistas muchas veces por esas instituciones como un acervo propio que deben «custodiar», y a veces lo hacen celosamente mediante prácticas abusivas. Por ejemplo, el museo Reiss-Engelhorn de Alemania recientemente envió amenazas legales a Wikipedia y a usuarios de Internet por el uso de imágenes de obras en dominio público que había digitalizado el museo. El argumento fue que la digitalización generaba nuevos derechos, cosa que es completamente absurda. Por más que participen fotógrafos y otros profesionales con sus contribuciones técnicas, claramente este trabajo no genera un nuevo copyright al no agregarse una nueva contribución autoral.
No es fácil recordarles a estas instituciones que no se trata de «sus» obras, ni de las obras de una élite o de un grupo supuestamente calificado para el acceso al material (por ejemplo, investigadores), sino que ese material pertenece a toda la sociedad. Así, los depósitos, archivos y cámaras que guardan aquel material invisible al público que no se expone ni se presta aunque esté en dominio público, es inaccesible y difícilmente sepamos si puede despertar interés y generar nuevos usos, conocimientos y disfrutes. Un ejemplo opuesto al anterior lo encontramos en la Biblioteca Pública de Nueva York, que ha puesto a disposición más de 187.000 imágenes digitalizadas, que se pueden ver, analizar, descargar e incluso remezclar, con herramientas que provee su propia colección pública online.
¿Por qué son particularmente importantes tales usos nuevos de las obras en dominio público? En mi opinión, la cultura se mantiene viva si podemos mantener un flujo de intercambio de largo aliento entre el pasado, el presente y el futuro. Un flujo que inevitablemente transforma, recontextualiza y resignifica cada creación pasada, y alimenta nuevas e inesperadas creaciones. Solamente en el ámbito de la cultura, que es un plano de abstracciones intangibles, nos podemos permitir esos diálogos libres entre distintos tiempos.
Para ilustrar mi argumento y finalizar este post, tan solo un ejemplo. En las últimas semanas, con el equipo de Creative Commons Uruguay estuvimos escaneando y subiendo a Internet las caricaturas de Julio E. Suárez (Peloduro) que acaban de entrar en dominio público en Uruguay. Se trata de caricaturas que tuvieron enorme popularidad en su tiempo y que aún hoy son muy recordadas. Al entrar en dominio público las pudimos digitalizar y disponibilizar en distintos formatos, incluyendo archivos vectoriales que permiten usos mucho más amplios que los mapas de bits.
Además, estas caricaturas podrían pasar a ser hoy utilizadas, por ejemplo, en artículos de Wikipedia, no solamente sobre la tira cómica en sí, sino también en artículos sobre hechos históricos que en su momento fueron caricaturizados por Peloduro con lucidez y gran capacidad de síntesis, como suele hacer el humor en cualquier época y lugar del mundo. Más aún, se podría también remixar ese humor irreverente de Peloduro en formas más contemporáneas, que mantengan la mordacidad del original, actualizada según valores más modernos (por ejemplo, riéndonos de la cuota de machismo propia de la época que se refleja en la historieta).
El dominio público entonces, lejos de ser un lugar de desgracia en el que «caen» las obras, es un lugar desde el cual pueden rescatarse. Evitemos entonces nuevos cercamientos en este territorio. Digitalicemos y subamos a Internet las colecciones y materiales que todos tenemos el derecho de usar y permitamos que el pasado fertilice el futuro de nuevas creaciones posibles.
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