Tener una web, crear un blog, abrir perfiles en servicios de redes sociales y hasta producir una app son a esta altura casi meros trámites. De esta suerte, la mayoría de las instituciones de la cultura, como ministerios, museos, centros de arte, facultades, asociaciones culturales, etc. consideran que «hay que estar» y cumplen el «trámite» de la presencia online. La actualización de estos espacios tampoco entraña misterios ni es una tarea técnica compleja (pese a lo cual, no es raro ver que no se actualizan). Mucho más difícil es planificar, gestionar y evaluar esta presencia online, y ahí es donde muchas instituciones culturales tienen limitaciones. En este post analizamos y ponemos a discusión cuáles son, desde nuestro punto de vista, esas limitaciones y proponemos algunos cambios que hay que afrontar para superarlas.
Veámoslo primero de esta manera: los medios de comunicación tradicionales prestan muy poca atención a la cultura y los presupuetos dedicados a comunicación (y a todo) en cultura suelen ser magros. ¿Por qué no tener una voz propia, aunque los medios masivos no nos quieran dar espacio? ¿Por qué no usar unos medios distintos, que son extraordinariamente económicos, para dar visibilidad a la cultura? El tema está en poder dedicarle a estos medios el tiempo y la dedicación, bastante intensiva, que requieren. En este aspecto es en el que vemos, cotidianamente, las fallas y limitaciones de todo tipo de instituciones culturales, sin importar su tamaño, su prestigio y hasta su presupuesto. ¿Pero dónde está el problema?
Simplemente «hacer difusión» de las actividades de la institución hoy no es suficiente. Pero este «enfoque-difusión» es el más habitual. Yo difundo, doy a conocer… pero… ¿yo comparto, discuto, aporto, vinculo, remezclo y permito remezclar, genero procesos open source, formo parte de una real participación, fomento la interacción?
Desde el «enfoque difusión» vemos Internet como un canal más de marketing cultural. Cero participación real, cero interacción con esos entes anónimos a quienes queremos llamar «usuarios». Usuarios que, con mucha razón, dirán: «gracias por invitarme a tu plataforma y hacerme llegar tu información, pero… ¿por qué no comentas también mi blog, por qué no compartes lo mío con tu comunidad, por qué no hacemos proyectos conjuntos, por qué no me dejas bajar tu información y remezclarla?».
Me permito, entonces, proponer cinco grandes (y no siempre fáciles) cambios a nivel de las instituciones para que la comunicación cultural online resulte efectiva:
1- Planificar para qué estar en las redes
No tiene que ser un complejo plan de social media hecho por especialistas. Simplemente pensemos qué queremos lograr, qué imagen queremos dar, con quiénes nos queremos conectar y qué medios vamos a utilizar (¿web, blog, boletín, Twitter, Facebook, YouTube, otros servicios, todo?) Eso como mínimo, pero sin este mínimo, no tenemos con qué contrastar lo que estamos haciendo.
2- Realizar al menos una actividad que tenga lugar 100% en la red
O aunque sea, una actividad híbrida (en el espacio físico y en la red, como la transmisión de un evento en streaming, por ejemplo). Esto nos obliga a diseñar acciones culturales para la red y desde la red, lo que va a generar en la institución un aprendizaje y una experiencia que seguramente no tenía, sin importar su trayectoria previa. Después, es altamente probable que esa actividad en red abra las puertas a oportunidades nuevas, tanto online como offline.
3- Comprometerse con la comunicación
No delegar todo en un (tal vez remoto o inexistente) departamento de comunicación. Expliquemos a periodistas y responsables de comunicación (o a quienes hagan de ello) que, como gestores culturales o como artistas, queremos estar en la red, queremos participar y lograr participación, interactuar y no meramente «darnos a conocer» con una voz «oficial» acartonada y distante.
4- Prepararse para ser una institución abierta
Estar listos para ser una institución que muestra proyectos en progreso, que recibe preguntas, críticas y comentarios y los contesta. Y lo que es más, hace lo posible por escuchar sugerencias e implementar cambios, o al menos discutir esos cambios con la gente en la red.
5 – Ser conscientes de que allí hay una comunidad
Esa comunidad no la crea la organización, existe a su alrededor y más allá. Existe desde antes y probablemente siga existiendo después de su intervención. Hay que insertar las propuestas de la institución escuchando, conociendo y respetando a la comunidad. Por ejemplo, un museo dedicado a libros antiguos, como el Museo del Libro Fadrique de Basilea (con el cual interactuamos en un curso) tiene que saber que es parte de una comunidad formada por investigadores, docentes, estudiantes y coleccionistas de libros. Gente que ya está dialogando y ya está interactuando en la red en torno a los libros antiguos. Por lo tanto, no hay que quedarse afuera de esa conversación, por más que haya que salir del «marco institucional». Hay que ir allí donde esa conversación está sucediendo.
Como bonus track, les compartimos tres recursos:
– Desde un punto de vista bien práctico, para implementar cambio desde ya: «Los 10 errores en redes sociales de las organizaciones culturales», de Nuria Arbizu.
– Para una reflexión más profunda sobre TIC e instituciones culturales desde un estudio de caso, se puede leer la tesis de Jaime Ojeda: Las Organizaciones Culturales-Artísticas y las Inteligencias Colectivas: Estudio de las representaciones de la Corporación Cultural Diego Rivera y Proyecto prototipo basado en el Aprendizaje.
– Para aprender a hacer en la red, más que simplemente «estar en la red» una buena inversión puede ser participar en nuestro curso «Gestión Cultural 3.0», donde a lo largo de cuatro semanas vamos a profundizar en dinamización de comunidades y redes culturales.
En conclusión, mejorar la comunicación desde las instituciones culturales es empaparse de cultura digital, ver y entender qué pasa en las redes. Si además se tiene una buena formación comunicacional o en gestión cultural, se puede hacer mucho. Pero sin ser parte de la cultura digital, es difícil, cuando no imposible, lograr algo más significativo que ser un canal de comunicación más. Es fundamental volverse también usuario/a y participar de la cultura digital, entender cuál es su lógica y generar actividades «nativas digitales», actividades que son típicas de la red, desde la red.
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