En este post, casi cerrando el 2022, queremos traerles algunas reflexiones sobre redes sociales. Sí, en una época en que quizás no parece haber muchas más opciones que ciertas grandes plataformas comerciales, como Facebook, Instagram, Twitter y TikTok, que se han vuelto sinónimo de “las redes”, el final de este año nos encuentra en un momento interesante para discutir esa hegemonía y cómo está cambiando.
Nos referimos a la creciente popularización de Mastodon (y más ampliamente, del llamado “fediverso”), que está creciendo, en parte, al calor de las llamas del desastre que está ocurriendo en Twitter tras su adquisición por Elon Musk. Pero no sólo por una particular mala gestión de un empresario polémico, sino debido a una historia más larga y problemática. Y al mismo tiempo, gracias al crecimiento de alternativas reales y cada vez más utilizadas, en un paradigma totalmente diferente.
En este post no vamos a detallarles de qué se trata Mastodon y cómo funciona, porque hay excelentes recursos para tener una buena introducción. Solo vamos a definir sucintamente a Mastodon como una red social descentralizada, que en principio funciona como Twitter, pero que tiene profundas diferencias de fondo. Forma parte de una constelación de aplicaciones llamada “fediverso” en la que existen muchos otros servicios de redes sociales que se han desarrollado bajo los principios del código abierto y de un estándar de comunicación en común (ActivityPub, entre otros) que les permite comunicarse entre sí. Vamos a dejarles, eso, sí, este video con subtítulos en español que lo explica rápidamente y a la perfección.
Además, pueden encontrar una guía más práctica sobre cómo empezar aquí, y también leer el excelente post de Sursiendo “Mastodon: mucho más que una alternativa a…” para tener un mayor contexto.
¿Por qué es importante Mastodon (y el fediverso) para un programa de defensa de los derechos humanos en línea?
Nuestra reflexión apunta más a por qué es importante, hoy, que Mastodon (y el fediverso) existan y estén ofreciendo una alternativa real y madura, a los problemas las plataformas de redes sociales comerciales. A pesar de que seguimos usándolas porque siguen siendo una vía de acceso a la información y a la expresión pública en línea, la forma en que hoy estas plataformas controlan la comunicación, recopilan y usan nuestros datos personales, es harto conocida y debatida.
Pero estos problemas no tienen que ver con quien posee a título individual la mayoría de una empresa (Zuckerberg, Musk, o quien sea el villano de turno), sino que al final del día, la plataforma sigue siendo de gestión privada y está en competencia con otras, como cualquier corporación en el capitalismo. Aunque a veces hablamos de “monopolios” al referirnos a las empresas tecnológicas, lo cierto es que no se ha dado, en la realidad, el supuesto ideal de sana y normal competencia. Lo “normal” en la competencia capitalista adquiere la forma de una cuasi guerra, y esto es así también en el sector tecnológico. Y aunque es cierto que en redes sociales la hegemonía la tienen, y la seguirán teniendo por bastante tiempo, unos pocos actores concentrados, ninguna empresa del sector es inmune a perder en estas atroces guerras competitivas, ni capaz de durar para siempre.
La actual migración desde Twitter y otras redes, muestra que incluso una plataforma tan diferente como Mastodon, que existe desde hace años sin nunca ser parte de “las grandes ligas”, puede ser amenazadora para las grandes plataformas. Tanto es así que, por unas horas, Twitter bajo el liderazgo de Elon Musk, llegó incluso a censurar por unas horas la difusión de cuentas y enlaces de otras redes, pero apuntando principalmente contra Mastodon (aunque por ahora, ha dado marcha atrás con esta política de censura).
Pero el problema no puede reducirse hoy a una persona, se trate de Elon Musk o de quien sea. El problema tiene un devenir histórico, se fue construyendo con el desarrollo socio-técnico y económico de las grandes plataformas de redes sociales. Y ese problema se puede resumir en que, sistemáticamente, estas plataformas nos están quitando la capacidad de decidir qué información producir y consumir, y cómo, organizando por su cuenta lo que vemos con algoritmos de priorización, y haciendo inmensamente complicado entender los motivos por los que algo se deja de encontrar debido a la famosa “moderación de contenidos”. Ahora bien, que las capacidades de autogestión de las redes retornen a la gente, no podría hacerse sin poner en riesgo las ganancias publicitarias de las plataformas.
Por eso, no va a ser la ética de un empresario o el otro el que cambie estas dinámicas. Todos por igual están bajo la lógica de valorización del capital. Si queremos un programa de defensa de los derechos humanos en línea, debemos formularlo y luchar para que avance. Algunos puntos de un programa así, deberían incluir:
- Que el código esté disponible bajo licencias de software libre.
- Protocolos abiertos que permitan interoperar con otras redes.
- Línea de tiempo cronológica por defecto, para que luego cada cual pueda elegir sus prioridades por temas o cuentas favoritas, sin interferencia de la plataforma.
- Información no impulsada por algoritmos (aunque sí, quizás, algoritmos opcionales a modo de filtros configurables).
- Capacidad de migrar a otra plataforma con nuestras publicaciones y datos.
- Que los datos de las personas no sean utilizados para crear perfiles publicitarios.
Este es un programa muy básico de defensa de la autonomía para informarnos. Mucho de esto ya existe en Mastodon y en el fediverso más amplio. Está genial moverse para allá, pero no con motivo de boicotear a un empresario que (por muchas razones válidas) no nos gusta, sino para tejer las redes que realmente queremos habitar.
¿Y cómo empezamos a habitar estas redes que queremos?
Al empezar a usar una red nueva hay que aprender cosas. Pensemos en las cosas complicadas que tuvimos que aprender para usar Instagram, por ejemplo (historias, reels, links en bio). Con Mastodon quizás lo más difícil es re-aprender a encontrar una comunidad sin recomendaciones. Volver a la curaduría de contenidos, sin sugerencias de la plataforma, como «a quien seguir», «podría gustarte», «tendencias», «para ti», etc. Todo lo que nos alejó de la curaduría, de buscar y compartir activamente lo que nos interesa.
No queremos decir que Mastodon es “la” solución que va a cambiarlo todo y cumplir mágicamente ese programa del derecho a la comunicación por el que hay que seguir luchando. Pero es emocionante ver que una lógica realmente social, para las redes sociales, funciona. Y no necesita triunfar sobre otras opciones, porque no depende del triunfo en la guerra capitalista de la competencia (Mastodon no es, después de todo, una empresa, ni le pertenece a ningún empresario). Con existir y permanecer sin ganarle a nadie, basta.
Y por supuesto, si nos quieren seguir en Mastodon, acá estamos.
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