Los artistas aprenden los unos de los otros en espacios de práctica de los cuales el taller es uno de los lugares privilegiados: un sitio de encuentro, un maestro, unos discípulos, horarios, tareas, procesos compartidos y materiales especialmente dispuestos. En Ártica queremos desafiar los límites del taller de arte tradicional y generar espacios de aprendizaje que puedan darse en distintos espacios y tiempos, convergiendo en un ámbito común que es posible crear gracias a Internet. En eso estamos, conversando con artistas de distintas disciplinas. Uno de ellos es Yamandú Cuevas, artista visual uruguayo al frente del Taller Ranchoaparte. El proceso de crear un taller virtual de arte no es sencillo, pero sí que es fecundo y desafiante. Por eso queremos compartirlo.
Ranchoaparte
Ranchoaparte es un taller de arte conducido por Yamandú Cuevas, artista plástico y educador independiente. Es un lugar increíblemente ordenado para la cantidad y variedad de cosas que se pueden ver, tocar y usar en el taller: lienzos, cartones, óleos, recortes, clavos, libros, pinceles, computadora, discos, fotos, cuentagotas, lápices, etc, etc. En ese lugar, niños y adultos se han reunido con Yamandú no tanto para aprender dibujo o pintura como para hacer búsquedas y compartir proyectos en un proceso más acompañado que supervisado.
El taller se extiende puertas afuera: en los blogs, en Flickr, en Facebook, a través de intercambios por mail y chat. Porque las cosas no pasan solamente dentro de las paredes físicas de Ranchoaparte, sino en los talleres de cada uno, en las visitas a museos, a través de libros que Yamandú deja llevar con confianza y también en la red. Allí se producen descubrimientos, se comparte información, se responden preguntas y se comentan procesos. Nunca Ranchoaparte funciona estrictamente en el marco de tres horas semanales de encuentro. Es sin duda una experiencia de taller de arte expandido.
Un taller online de arte
Ártica es un centro cultural 2.0 que entre otras cosas genera proyectos de e-learning para el arte y la cultura. Estamos trabajando con docentes en la creación de diversas propuestas de aprendizaje en línea. Viendo que había enfoques en común, invitamos a Yamandú a conversar sobre las posibilidades de crear un taller a distancia, online, abierto a creadores de cualquier parte del mundo.
Tras varios mails, un encuentro y un par de reuniones online, le fuimos dando forma a ese proyecto. Desde Ártica le dimos orientación a Yamandu, le presentamos nuestra aula virtual armada con Moodle, le contamos experiencias, le mostramos ejemplos, le explicamos de qué forma queremos trabajar y le preguntamos, sobre todo, cómo quiere trabajar él.
¿Tiene que ser un taller de técnicas, o un taller de experimentación plástica? ¿Apunta a una iniciación en artes plásticas o al desarrollo y consolidación de proyectos? ¿Cómo es posible trabajar todas estas cosas a la distancia y por medios virtuales?
Un caracoleante proceso creativo
Le pedimos entonces a Yamandú que armara su proyecto en base a una estructura general, con temas, cronogramas, actividades, pensando que con dicha guía, lo ayudaríamos a organizar su taller.
Yamandú nos envía su propuesta acompañada por estas palabras:
«Queridísimos míos, por fin (¡por fin!) termino de darle una primera forma al curso. Les confieso que me ha dado un laburo enorme y que me ha resultado altamente fastidioso hacerlo. Perdonen la sinceridad.
Ahora que termino me doy cuenta exactamente por qué. Y es porque mi taller, el que he dado siempre y me gustaría seguir dando, no tiene casi nada que ofrecer a priori a ningún alumno, ya que el mismo trata de acompañar el caracoleante proceso creativo de cada creador. Irle al lado ayudando, apoyando. Eso implica una tomada de pulso permanente al alumno y que nada se pueda proponer demasiado de antemano hasta que el alumno no lo necesite. Sabiendo además (y por eso toda esta preocupación) que cada creador es un mundo extremadamente peculiar y que así es como me gusta verlo y tomarlo.
Entonces, yo siento que proponer un orden para el curso es casi como desnaturalizarlo. Pero por otra parte no se me ocurre (literalmente) como hacer que un curso online pueda resultarle atractivo a alguien si no tiene claro de qué va, de qué trata, qué incluye. Y por eso intenté diseñarlo, pensarlo y escribirlo.
Pero no me convence. Siento que no le estoy diciendo la verdad al alumno o mejor dicho, que no le estoy sabiendo decir como verdaderamente es el taller que yo doy. Entonces aquí creo que necesito mucha, pero mucha ayuda de ustedes. Cabeza de ustedes, porque el curso es el que es, el que ustedes conocen. Quizá ahora que puedo decirles esto les resulte mas fácil ayudarme a darle una forma que me convenza más».
Proceso edupunkeano
Con Jorge leímos el mail de Yamandú y nos dimos cuenta de que algo estaba fallando: lo estábamos induciendo a creer que un curso a distancia tiene que ser una suerte de programa de software de código cerrado que da respuestas estándares a problemas estándares. Esto en arte tiende a no funcionar (no funciona en casi ninguna disciplina). Al menos nosotros no creemos que un formato así logre dar cuenta de las particularidades del Taller Ranchoaparte y su conductor.
Creemos que el aprendizaje tiene que ser algo más parecido a lo que decía Isaac Asimov cuando Internet era una idea ajena a la mayoría; algo que «puedes hacer desde tu propia casa, a tu propia velocidad, en tu propia dirección».
Le respondo entonces a Yamandú de esta manera:
«En primer lugar, quería contarte que sos todo un edupunk y que por eso te queremos en este proyecto. Con toda tu angustia, vas por el buen camino.
Comparto absolutamente tus inquietudes. Después de dar muchos cursos a distancia, todavía siento que hace falta mucha más desestructuración para generar procesos educativo-creativos libres, abiertos, motivadores. La educación a distancia y las TIC revolucionan todo. Pero muchas veces nos quedamos en trasladar formatos tradicionales a la virtualidad. Mi idea es no hacer eso para siempre. Creo que en Ártica podemos participar en el cambio de enfoque.
A este curso lo veo como cuando hacés una extensión de tu taller presencial a Flickr y a los blogs. El aula virtual es más que nada un almacén de conocimientos y un boliche donde juntarse a charlar, pero los procesos de cada tallerista pasan por su propio lugar de trabajo y por las redes donde lo comparte, donde puede interactuar con otros. El rol del docente es enriquecer dichos procesos.
Creo que a este proyecto tenemos que desestructurarlo aún más. Tratando de dejar claros los objetivos y de dar la certeza a la gente de que al terminar el recorrido se va a llevar algo, un proceso realizado. Para eso hay que proponer itinerarios, pero abiertos, flexibles y que sean el comienzo de itinerarios personales caracoleantes».
El proyecto
Jorge, Yamandú y yo estamos armando una propuesta de taller de arte online orientada a artistas que quieren recorrer esos itinerarios. Un taller de proyectos y de procesos. Que arranque con las propuestas creativas de cada alumno y que proporcione herramientas técnicas y conceptuales para desembocar en posibles proyectos expositivos. Un taller en el que los procesos individuales son el centro, pero con el apoyo de un grupo que comparte y dialoga, y con la guía de un docente que propone consignas, orienta, cuestiona y da herramientas.
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