Desde hace algún tiempo venimos conversando en el equipo docente de Ártica sobre la manera en la que trabajamos con los contenidos digitales en el área de la cultura. A lo largo de varias ediciones de nuestros cursos online fuimos viendo continuas transformaciones en este campo. A medida que más y más herramientas que facilitaban la publicación de contenidos iban apareciendo (y desapareciendo), veíamos cómo los profesionales de la cultura encontraban nuevos canales de expresión. Sin embargo, también veíamos cómo se diversificaba y complejizaba el panorama, sumando exigencias y desafíos a cualquier proyecto cultural que pretenda sobrevivir, permanecer y crecer en el ecosistema digital. Así, algunos conceptos como “marketing de contenidos”, “marketing de atracción”, “narrativas transmedia”, “gamification”, “peer to peer influence”, entre otros, ahora comienzan a expandirse hacia la comunicación cultural. Pero la autogestión y la multitarea, que caracterizan a nuestro sector, compuesto por pequeños agentes que hacen un trabajo casi artesano, dificultan la actualización conceptual y metodológica. ¿Cuántos proyectos abrieron en estos años un blog, página de Facebook, perfil de Twitter, Instagram, Tumblr, Medium, YouTube, LinkedIn? Es muy fácil abrir estos canales, pero cada uno de ellos exige tiempos de gestión y experimentación para alcanzar un mínimo posicionamiento.
Todo ese trabajo se suele hacer sin orientaciones, empíricamente, aprendiendo en el hacer, pero quizás desaprovechando el potencial de las herramientas y perdiendo oportunidades. Porque no se trata tan sólo de dominar cada nueva aplicación. ¡Eso es lo de menos! Se trata de manejar con fluidez múltiples lenguajes y técnicas de comunicación. Se trata de aprehender las reglas y sutilezas que hacen al buen contenido, desarrollando a la vez un estilo propio y reconocible.
De este modo, nos fuimos convenciendo de que los proyectos e instituciones culturales tienen que pasar a la vanguardia y ser parte de la revolución de las redes, dejando de deambular sin rumbo de una plataforma de contenidos a otra. Y para esto, hay que centrarse en el contenido y tomar cada herramienta como una forma de expresión de ese contenido.
Vemos por lo menos tres desafíos que tienen que ver especialmente con los contenidos culturales:
- Más que la difusión, el contenido debe facilitar la conexión con los públicos. La comunicación publicitaria más tradicional pierde trascendencia en favor de las experiencias genuinas, las historias, las conversaciones.
- Los públicos hoy valoran más lo artesanal y espontáneo que lo corporativo. Una marca, una identidad institucional o una línea editorial, no pueden ser aspectos rígidos y estables. Hay que saber adaptar el contenido de manera flexible a los múltiples estilos de comunicación que hoy coexisten en el espacio digital.
- El contenido que funciona es más que contenido: es un objeto abierto que la comunidad reutilizará para expresar nuevos sentidos. Ya no podemos simplemente hacer promoción desde el lugar de la cultura universal. Hay que partir de una realidad de fragmentación en subculturas que se apropian del contenido según sus propios valores. Es por eso que se hace necesario comprender las dinámica de la cultura remix, las lógicas de los memes y de la viralidad.
Pensando en estas tres premisas, se nos ocurrió lo siguiente: ¿qué tal si creamos un laboratorio de contenidos culturales para el entorno digital? Para hacerlo posible, abrimos desde 2017 un nuevo proyecto de formación online que en 8 semanas (7 módulos + 1 proyecto final) permite a los participantes experimentar con distintos tipos y formatos de contenidos, aspirando a mejorar notablemente sus habilidades para producir, transmitir y promover contenidos culturales. Los docentes de este cso somos Pilar DM, Jose Barcia y Mariana Fossatti. Los invitamos a conocer el programa e inscribirse para asegurar sus lugares.
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